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Serendipia, la casualidad provocada

Columna Contraseñas

“La imaginación es más importante que el conocimiento”:

Albert Einstein

Serendipity o Serendipia es la “la facultad de hacer un descubrimiento o un hallazgo afortunado de manera accidental”, o si se prefiere “la habilidad de extraer conocimiento de los acontecimientos fortuitos”.

Enrique Chao Barona

Para entender este concepto es preciso recordar un relato antiguo: “Había una vez un Reino, ubicado en una isla que muchos años después se llamó Ceilán, y que hoy se conoce como Sri Lanka, donde habitaban los tres príncipes de Serendip, quienes además de su origen noble habían sido privilegiados por el don del descubrimiento fortuito».

El relato, escondido en algún párrafo de las “Mil y una noches”, describe cómo estos tres personajes encontraban, sin buscarlas, las respuestas a problemas que nunca se habían planteado, pero que gracias a su capacidad de observación y a su sagacidad, podían aprovechar. Ellos descubrían incidentalmente soluciones inesperadas a las que luego encontraban aplicaciones.

Esta historia tan insólita llamó la atención de los europeos. Y uno de ellos escribió un comentario al relato, al que llamó, en inglés, “The Three Princes of Serendip”. Más tarde, en el siglo XVIII, entre los lectores de esta curiosa narración se hallaba un pensador y escritor sobresaliente, Horace Walpole, a quien la narración le sonó tan extraordinaria que decidió subrayar el término “serendipity” y mediante cartas a sus mejores amigos les habló extensamente de esta curiosidad. Así se difundió el concepto.

El papel del azar

Hoy en día la serendipia goza de cabal aceptación, sobre todo en los laboratorios del primer mundo y en los diccionarios de idioma inglés, ya que su fundamento ajusta muy bien con multitud de ejemplos de hallazgos científicos que surgen por pura casualidad, los cuales son recogidos por la mente prevenida de investigadores muy avispados.

Sin embargo, en laboratorios del tercer mundo y en el idioma español la palabra “serendipia” apenas es retenida por alfileres. ¿Será por la falta de una tradición científica más consolidada? Únicamente Manuel Seco, en su “Diccionario del Español Actual”, la recoge como Serendipidad, y la define como “la facultad de hacer un descubrimiento o hallazgo afortunado de manera accidental”. En general, los lexicógrafos no se atreven aún a sumar el neologismo al torrente del idioma.

Hay que prestarles a ellos, y recomendarles a todos, el entretenido libro de Royston Roberts, “Serendipia, Descubrimientos accidentales de la ciencia” (Alianza Editorial) para que valoren cómo muchas de las extraordinarias hazañas de la ciencia y la tecnología se han debido a la suerte.

“Si su única herramienta es un martillo, entonces empezará a verlo todo en términos de clavos”

Abraham Maslow

El Principio de Arquímedes

El autor, además de científico y divulgador de la ciencia, es un propulsor de la serendipia, y en sus páginas aporta numerosas pruebas de hallazgos casuales que, desde hace siglos, nutren al conocimiento universal, como el Principio de Arquímedes (¿se acuerdan de la voz ¡Eureka! – ¡lo encontré!, en griego-, cuando el sabio sale desnudo de la bañera, gritando a todo pulmón su descubrimiento hidrostático?).

Hoy el concepto lo han sabido valorar los principales gurúes de la administración de empresas, quienes propician el aprovechamiento de la serendipia en el entorno de los negocios y piden una actitud alerta para encontrar lo que no se busca, ya que muchos logros de diversas industrias han visto la luz gracias a la divina providencia, otro modo de llamar al azar.

Muchos profesores invitan a revisar la historia de la ciencia como una fuente inagotable de cientos de hechos vitales, todos sugerentes, que han sido frutos de la suerte. Como decía Pablo Picasso, “la inspiración sí existe, sólo que debe encontrarte despierto”.

La suerte es cosa de sagaces

El mismo viaje de Cristóbal Colón al Lejano Oriente, que lo hizo tropezar a medio camino, ni más ni menos con un Nuevo Mundo, América, es calificado como una superserendipia, aunque Colón murió sin darse cuenta del alcance de su hallazgo, ni pudo aprovecharse de ello. Pero esa fue quizá la más espectacular serendipia que se pueda narrar.

Por supuesto, hay otras, de proporciones no tan mayúsculas, que cambiaron, cambian y cambiarán el curso de la historia, porque como cabe imaginar, el mundo está colmado de azar.

“El descubrimiento consiste en ver los que todos han visto y pensar lo que nadie ha pensado”

Albert Szent-Gyorgy

¿Ejemplos?

Al observar en las manos de una lechera la ordeña de una vaca, Edward Jenner, un médico rural, descubre la vacuna.

Por pura chiripa, una espora cae en una placa de petri. Ese acontecimiento abre de par en par la era de los antibióticos. Alexander Fleming, sin proponérselo, salvará a millones de vidas al descubrir la penicilina.

La aspirina, que iba a ser usada como un antiséptico, se empleará poco después como un valioso analgésico y antipirético. Aún hoy el remedio más solicitado del mundo lo recomiendan para prevenir ataques al corazón. Asimismo, las sulfamidas, los psicoactivos, los antiarrítmicos, o el interferón… son fármacos que fueron hallados por accidente.

En la piel de una rana africana

Las magaininas (escudo, en hebreo) son “el primer sistema de defensa químico independiente del sistema inmunitario”, y Michael Zasloff las halló, sin querer, en la piel de una rana africana. Las cefalosporinas, un antibiótico, fue colectado en la desembocadura de las aguas residuales de Cagliari, en Cerdeña, y la ciclosporina, un inmunodepresor que impide el rechazo a los trasplantes de órganos humanos, fue descubierta gracias a las muestras de tierra de Wisconsin, Estados Unidos, y de Noruega, que llevaban a Basilea los agentes de ventas de la Corporación Sandoz.

“El conocimiento es una función del ser. Cuando hay un cambio en el ser del conocedor, hay un cambio correspondiente en la naturaleza y la cantidad del conocimiento”:

Aldous Huxley.

El ensayo, el error y la fortuna

Buena parte de los productos sintéticos que caracterizaron los avances de la civilización moderna, aparecieron décadas después de que el francés Braconnot vertiera ácido nítrico sobre fibras de algodón y de madera, sólo para ver qué pasaba.

Y en el pasado siglo, muchos campos del conocimiento tuvieron como recurso inesperado a la serendipia, que dio claves para la revolución y la reforma de métodos y tecnologías, tanto en los laboratorios como en las líneas de producción de las industrias:

Por años, Charles Goodyear había estado obsesionado por encontrar una manera útil de hacer el caucho, y un día, impensadamente, descubrió el proceso de vulcanización. Por descuido había dejado un trozo de caucho mezclado con azufre sobre una estufa caliente.

Accidentes con grandes implicaciones

De hecho, un accidente de laboratorio engendró la nueva química industrial. La reacción Friedel-Crafts, de Charles Friedel y James Crafts, tuvo implicaciones en toda la química orgánica; en los hidrocarburos, las gasolinas… Ellos “establecieron los fundamentos para algunos de los procesos químicos industriales modernos más importantes”.

Haga el cálculo, ¿cuántas fortunas se han levantado alrededor de productos tan exitosos como los colorantes y los pigmentos sintéticos, o el celuloide y el rayón, o el nylon y el polietileno y el teflón? ¿Qué consecuencias se derivaron de algunos descubrimientos médicos casuales, como la insulina, los antihistamínicos, la píldora anticonceptiva o el LSD?

Fertilización cruzada

Una cosa empuja a la otra, y el azar se mueve por caminos insospechados. Por eso es aconsejable meditar en lo que subrayaba Louis Pasteur: “En los campos de la observación, el azar favorece sólo a la mente preparada”.

Para no ir tan lejos, hay que pensar lo que pasaba por la mente de George de Mestral en sus paseos por la campiña; él no llevaba el propósito de inventar un cierre (el velcro), sino que intentó averiguar simplemente porqué se le pegaban las espinas y semillas a sus calcetines. O también cabe reflexionar en el genio que estuvo detrás del adhesivo de los “Post-It” que convirtió un fracaso que pudo quedarse en el fondo de un cajón en un triunfo inopinado. ¿Cómo se le ocurrió un producto intermedio que se convirtió casi de inmediato en un éxito comercial?

Cualquiera de los accidentes mencionados pudo pasar inadvertido, pero gracias a la imaginación de los investigadores menos ortodoxos, hoy podemos contar con las leyes de Newton, que gobiernan el movimiento de los planetas; el fundamento de la química orgánica sobre una base racional;  la vacuna contra la viruela o los rayos X que permiten el diagnóstico y el tratamiento médico, entre otras muchas serendipias que nos rodean.

Enrique Chao

Enrique Chao Barona, es consultor independiente, fue director editorial de la revista Expansión por más de 25 años y ahora es director de varios proyectos editoriales para industrias verticales, como Ambiente Plástico y Revista Onexpo, entre otras más. Su correo electrónico es: enrique.chao@mundofarma.com.mx

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