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Cómo transformar procesos formativos en experiencias de aprendizaje

Este es el gran reto de nuestros días, transformar las formaciones en auténticas experiencias de aprendizaje, y en El Formador 5.0 te he preparado un buen puñado de estrategias que pongo a tu disposición para que puedas hacerlo.

David Barreda

Tu vida no la cambias en una capacitación o una formación. En una formación puedes dinamizar tu pensamiento, adquirir nuevos conocimientos, entrenar nuevas habilidades, desarrollar el principio de lo que pueden ser unas buenas actitudes. Pero tu vida no se transformará en una formación.

Quizás, en el mejor de los casos, puedas tener un momento de inspiración o una ‘revelación’…  pero no te engañes…  tus objetivos no los consigues asistiendo a una formación, salvo que el objetivo sea asistir a esa formación, claro.

El efecto luna de miel

En el libro ‘El líder resonante crea más’, Goleman, Boyatzis y McKee hablan del “Efecto Luna de Miel”. Este efecto suele afectar a casi todos los procesos de formación y “supone el desvanecimiento de la mejora inmediata adquirida al cabo de un periodo que varía entre los tres y los seis meses” después de terminar la formación.

El  efecto  se  desarrolla  de  la  siguiente  manera:  una  persona  hace  una formación, sale motivada, entusiasmada, renovada… y nada más incorporarse a su rutina se le vienen encima los “tengo qué” del día a día: correos por contestar, urgencias que surgen sin avisar, llamadas por atender, demandas de clientes, colaboradores o superiores, demandas personales, todas ellas situaciones irremediables que nos hacen caer en los hábitos de siempre… y nos descabalgan de aquellos propósitos con los que salimos de esa formación, motivados y con las intenciones altas.

Formaciones efectivas

¿Entonces la formación no sirve para nada?… No exageremos, que yo me gano la vida con esto… amo la formación y soy el autor de El Formador 5.0

La formación sirve,  claro  que sirve.  Sirve cuando se ha diseñado con un objetivo ajustado a la demanda de quienes la reciben, considerando: los conocimientos que las personas traen consigo y los que necesitan, las habilidades que tendrá que desarrollar después de la formación y las actitudes que identificarán el ‘buen hacer’ de esa persona.

Sin objetivos honestos y bien formulados, no hay cimientos sólidos para levantar una capacitación efectiva.

Formaciones motivadoras

Por otro lado, es esencial la motivación en la que se apoya el proceso formativo, porque será lo que lo mantenga vivo y permita afrontar los obstáculos y dificultades que naturalmente se presentan en todo aprendizaje.

Cuando hablo de motivación hablo de los motivos que esa persona tenga y de si esos motivos tienen la potencia suficiente para transcender fuera del aula, con acciones futuras y sostenibles en el tiempo. Como dice el gran Alfonso Alcántara “motivación no es tener ánimos, sino tener motivos”.

Es todo un arte crear contextos fértiles para que se generen y se mantengan esos motivos necesarios y los procesos formativos se transformen en auténticas experiencias de aprendizaje.

Formaciones perdurables

Además, para que el aprendizaje cristalice es esencial lo que se viva en el proceso. Se aprende lo que se vive, lo que se experimenta, se prueba y se comprueba… y esto se facilitará si la experiencia formativa está directamente conectada a la realidad de quienes la reciben y se lleva a cabo en un entorno propicio para el aprendizaje.

Pero se aprende, en definitiva, lo que luego se replica fuera del aula de manera recurrente. La formación que facilite la generación de nuevos hábitos será, sin duda, la formación más efectiva.

Y todo ello teniendo en cuenta, en todo momento que los hábitos los desarrolla la persona (a través de acciones uniformes que se repiten con la frecuencia adecuada), paso a paso, en su día a día, cuando ya no esté en el aula… los adultos son responsables de su propio aprendizaje.

Experiencias de aprendizaje

La formación es una herramienta, no una solución. Un medio, no un fin. Una estrategia generadora aprendizajes en las personas, los equipos y las organizaciones.

Aprender a formar a otros te brinda la capacidad de influir positivamente en la vida y el crecimiento de otras personas. Tus formaciones pondrán tener un impacto duradero en la vida de quienes capacitas, ayudándoles a desarrollar habilidades y hábitos que les beneficiarán a lo largo del tiempo.

Y no olvides que el proceso de formación no solo beneficia a los demás, sino que también te brinda la oportunidad de seguir aprendiendo y mejorando tus

propias habilidades de comunicación y liderazgo, como capacitador y como facilitador de aprendizajes.

Este es el gran reto de nuestros días, transformar las formaciones en auténticas experiencias de aprendizaje, y en El Formador 5.0 te he preparado un buen puñado de estrategias que pongo a tu disposición para que puedas hacerlo.

Columna Invitada

Favor de escribir al correo: columna.invitada@mundofarma.com.mx

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