Columna Sapiencias
Las emociones, esas tormentas interiores que todos hemos experimentado alguna vez en todo tipo de situaciones, es el tema de esta columna, que pretende ilustrar cómo a veces la razón se convierte en el perrito faldero de la emoción.
Enrique Chao Barona
Si alguien me pidieran que definiera a las emociones, yo diría, de entrada, que es nuestro racimo de vulnerabilidades. Por ahí nos derrotan, nos manipulan, nos divierten; o, en pocas palabras, nos quieren o nos odian.
Pero esa es una definición provisional. Mientras más leo acerca de las emociones, más me sorprende la carga que tienen en todo lo que acontece en nuestra vida familiar, social y laboral.
En opinión de algunos médicos, quienes son afectados por una emoción, se vuelven de golpe menos inteligentes, y es que la emoción, ya sea “positiva o negativa”, reduce la corteza prefrontal, que es como la torre de control, por así decirlo, de las emociones en vuelo.
Una emoción dura 25 minutos
Los médicos creen que con la emoción, que dura 25 minutos (tome nota), “el cerebro suelta una cascada de dopamina que embrutece a la conciencia y la lleva a perder el contexto”, y, de seguro, a reaccionar con equívocos; quedamos un poco a la deriva, como al tanteo.
En un corte anatómico del cerebro, los neurólogos señalan que “la amígdala cerebral, el hipocampo, el giro del cíngulo y la corteza prefrontal son las áreas cerebrales involucradas en la percepción y evaluación de las emociones”.
La amígdala cerebral, detallan, “es responsable del inicio de la emoción; el hipocampo de la memorización del evento y de la circunstancia a la que está asociado, mientras que el giro del cíngulo interpreta la evaluación a futuro, inclusive valora la mirada, la expresión de la boca y el lenguaje corporal de quienes nos rodean”.
Hijos de la mala vida
En una entrevista publicada por la revista Impacto, el neurofisiólogo, Eduardo Calixto González, del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz (INPRFM), puntualiza que “el cerebro aprende más con un dolor que con un éxito”.
Y también señala que las emociones negativas, como la ira y la tristeza, son las que más enseñan y capacitan al cerebro a disminuir una emoción, “para que cuando se experimente en el futuro, ésta sea de menor intensidad”.
Hay aspectos reforzadores negativos que pueden generar conductas de dolor, ya que en la cultura se asocia la generación de dolor con placer. “Eso –recalca- podría ser un trastorno de personalidad, en el cual las personas necesitan estar sobajadas, humilladas o golpeadas para alcanzar niveles de placer”.
¿El dolor genera placer?
Como hijos de la mala vida, un ejemplo más de esta relación dolor-placer, es la costumbre de comer picante, en salsa o al natural, ya que “estimula receptores dolorosos en la lengua que, al ser captados por el cerebro, liberan endorfinas para atenuar el dolor, generando placer”.
Por otro lado, cuando se llora “el cerebro está pidiendo la liberación de endorfinas”, y algo curioso, “el llanto es la única emoción que más energía y oxígeno gasta, pues hace que el cerebro incremente casi un 25% el consumo sanguíneo, por lo cual, después de llorar, las personas se sienten cansadas”.
Llorar empatiza a la gente
Lo más sorprendente es que el hecho de ver llorar a alguien de algún modo nos vincula con él o ella, “de modo que un cerebro con salud mental hace a un individuo más empático, por lo cual, cuando se ve llorar a alguien, las personas también se tranquilizan”.
Calixto González, explica que ese lazo que se establece entre los dolientes libera oxitocina, “y a ella, además, la producen el orgasmo, el trabajo de parto, la lactancia, y los abrazos. Entre más oxitocina se libere, un ser humano será más social”.
Mi perro siente lo mismo que yo
Por coincidencia, en estos días de fin y comienzo de año, aparecieron más notas alrededor de las emociones y de los animales y los aparatos que se han vuelto capaces de leerlas.
De entrada, ahora se ha confirmado desde la esfera de la ciencia, que las mascotas, sobre todo los perros, son capaces de captar, sin entrenamiento previo, las emociones de sus amos. Eso es lo que informó la Universidad de Lincoln, en Reino Unido, y la Universidad de Sao Paulo, en Brasil.
El resultado de la investigación subraya que “los perros tienen la capacidad de integrar dos fuentes diferentes de información sensorial en una percepción coherente de emoción, leída tanto en humanos como en perros”.
La habilidad cognitiva de los animales
Antes se pensaba que sólo los primates tenían esta habilidad cognitiva, y claro, los seres humanos, que, sin duda, pueden conmoverse con las emociones de individuos de otras especies.
Los perros, como una especie altamente social, son capaces, pues, de detectar las emociones en los humanos y en otros perros.
Los robots sensibles
En otro extremo, más mecánico, de los animales pasamos a los robots, donde los fabricantes apuestan por modelos que, parecidos a los más ligeros de La Guerra de las Galaxias, tan de moda siempre, puedan reconocer a las personas y, no sólo eso, sino dar acuse de recibo a sus emociones.
En Japón, Corea del Sur y Estados Unidos ya hay una gran gama de prototipos construidos. Entre estos ingeniosos artefactos, algunos con forma humana, algunos se alegran de ver a sus amos, o bien, se entristecen, para acompañarlos en sus cuitas.
Nadia Thalmann, una inventora suiza, fundadora del laboratorio interdisciplinar MIRALab en la Universidad de Ginebra y que vive, desde 2009, en Nanyang, en Singapur, es (además de psicóloga, bióloga, experta en bioquímica y física cuántica), una pionera en tecnología 3D, en seres humanos virtuales y en humanoides. Ella asevera que los androides podrían acompañarnos en pocos años (en la próxima década) y que serán inteligentes.
Un robot social
Como prueba de su dicho, ha concebido un robot social, tipo androide, que guarda alguna semejanza con ella, llamado Nadine, una máquina al fin y al cabo, pero que se distingue porque es lisonjera; la llama “hola guapa”. Por otro lado, Thalmann teme que la tecnología, en manos de malvados, fabrique robots hostiles en contra de los seres humanos, y cree que ya sería conveniente (antes de que sea tarde) crear una legislación al respecto. Cualquier semejanza con la película Terminator, es mera coincidencia…
El prototipo fue diseñado por investigadores de la Universidad Tecnológica de Nanyang, institución que dotó a Nadine de una tecnología basada en el reconocimiento de rostros y gestos, además de memoria cognitiva y emocional, con un software similar a Siri, de Apple, o Cortana, de Microsoft”, a decir de la nota periodística de EFE.
Los investigadores trabajan ahora sin reposo “en la IA (inteligencia artificial) y concienciación (reconocimiento de objetos, personas, situaciones, intenciones, etc.) y conciencia de sí mismos”, señala.
Robots con corazón y emociones…
En otra perspectiva, y desde otra nota, Masayoshi Son, CEO de Softbank, planteó que pronto habrá “robots con corazón y emociones”. Y ofreció un ejemplo, Pepper, de la japonesa Softbank, un robot que refleja emociones, lee cuentos, comenta lo que pasa, aprende y goza. Pepper no tardará en salir a la venta.
La razón de su rápida introducción es que cada vez hay más viejos en Japón y menos gente dispuesta a cuidarlos. Masayoshi Son está convencido que las máquinas “podrían desempeñarse como cuidadores de ancianos”, y puntualiza que cada vez es más viable “usar inteligencia artificial basada en la nube para interpretar la voz humana, los tonos de voz, las expresiones y los gestos”.
La empresa y la administración de las emociones
Pero no todo es tornillos y resortes de robot, hay también máquinas que intentan discernir las emociones a través de sus dispositivos de reconocimiento facial, veta que empieza a crecer al poner el dedo en la llaga de los sentimientos; y es que las grandes compañías no sólo quieren saber cuáles son las preferencias de los clientes, ahora quieren saber qué es lo que sienten.
Cabe recordar que las emociones son la parte que desencadena la acción en el proceso de toma de decisiones. De ahí que conocer con precisión lo que siente un cliente se convierte en una información muy valorada para las empresas
Ante ello, Apple compró Emotient, una empresa de inteligencia artificial que distingue las emociones, e IBM, por su lado, ha ideado productos que sopesan el tono de la voz para saber el estado de ánimo del usuario, mientras que Microsoft, mediante su servicio Project Oxford, invita a los usuarios a verificar sus emociones, tales como sorpresa, felicidad, miedo, tristeza, ira, desprecio o desaprobación.
Cuantificar la respuesta emocional
De hecho, tanto Facebook como Google poseen un software que lee los rasgos faciales. En España, la firma española Emotion Research, emplea el reconocimiento facial para cuantificar la respuesta emocional.
En una revista especializada en mercadotecnia Puromarketing.com, se destaca que “uno de los elementos que las redes sociales han logrado posicionar como uno de sus principales valores y como uno de los que son más valiosos para las marcas es el hecho de que conocen a sus usuarios como nadie los conoce. Las redes sociales aseguran conocer a los consumidores mejor casi de lo que los conocen sus padres, gracias al tipo de actividad que desarrollan en ellas y gracias a su elevada base de usuarios (y a que estos usuarios llegan con una avalancha de datos personales que dan ya de manera automática)…
”A esto se suma el hecho de que los usuarios interactúan entre ellos y que son capaces de demostrar interés por cosas, tendencias o contenidos, ayudando a crear previsiones y análisis sobre las tendencias que lo marcarán todo. Los consumidores se convierten, así, en una llave para una información muy valiosa para las marcas”.
En el diván
El mundo de las redes sociales sigue dando vueltas tratando de alcanzarse a sí mismo, inclusive en lo más hondo de las personas, en sus emociones y sentimientos. El afán ahora es reactivar la economía, en el futuro, quién sabe.