Arrojo: cuando el folklore rompe cadenas
Columna Placeres Danza
Una obra valiente, emotiva y absolutamente imprescindible para los amantes de la danza y para quienes creen en el poder transformador del arte.
Lucero Bernechea
A inicios de este mes de septiembre, la compañía “Danzariega” nos regaló una propuesta audaz con Arrojo, una obra de danza folklórica experimental que pisó fuerte en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris. Desde el primer zapateo, esta puesta en escena dejó claro que no sería un espectáculo de folklore tradicional, sino una obra que explora, con mucha energía y valentía, los desafíos que enfrentan las mujeres en una sociedad que aún arrastra estereotipos y opresiones.
Mujeres fuertes, mujeres reales
La historia de Arrojo nos presenta a cinco mujeres decididas a romper esos moldes que la sociedad les impone desde que son niñas. A través de la danza, la obra nos sumerge en una serie de emociones que van desde la tensión y la frustración, hasta la alegría de liberarse de las cadenas invisibles del patriarcado.
Es fascinante ver cómo la coreografía del zapateo y el faldeo tradicional evoluciona y se transforma en un lenguaje corporal cargado de simbolismo. El ritmo en los pies y los movimientos de las faldas no solo son un despliegue técnico, sino que expresan las emociones que estas mujeres experimentan mientras navegan por un mundo lleno de prejuicios.
Expresiones que cuentan historias
El trabajo de las bailarinas fue un despliegue de sincronización y dominio técnico. Cada gesto facial y movimiento corporal añadía capas de profundidad a la narrativa. La coordinación entre las intérpretes fue impecable, lo que permitió que cada transición se sintiera orgánica y que el espectáculo fluyera sin tropiezos.
Un detalle que destacó fue la variabilidad en los niveles del desplazamiento escénico. Las bailarinas no se limitaron a moverse de pie; se arrastraron, saltaron, se apoyaron en los metatarsos y exploraron diversas posturas que enriquecieron visualmente la coreografía. Esto, sumado al uso del espacio, creó una atmósfera dinámica y multidimensional.
Vestuario y diversidad de edad, un acierto
El vestuario fue otro de los aciertos de la obra. Con colores y texturas que sugerían distintas edades y épocas, permitió al público comprender de manera más intuitiva el paso del tiempo y las experiencias vividas por las mujeres. Pero quizás lo más emotivo fue la diversidad de edades en el elenco. Ver a mujeres de diferentes generaciones en el escenario, todas con la misma pasión en cada movimiento, fue un recordatorio poderoso de que la danza —y la lucha— no tiene edad.
La opresión patriarcal bajo la lente del folklore
En cuanto a la trama, Arrojo no evitó tocar temas difíciles. La violencia de género y la opresión hacia las mujeres, desde la niñez hasta la edad adulta, fueron mostradas de manera cruda, pero necesaria. A través de la danza, la obra expone las cicatrices que estas experiencias dejan en las vidas de las mujeres, pero también la fuerza que surge de resistirlas.
Grito de esperanza
El final de la obra, que representa la liberación del yugo patriarcal, se siente como un grito de esperanza, una afirmación de que la lucha continúa, pero que la victoria es posible. Arrojo es, en definitiva, una invitación a reflexionar sobre las estructuras que nos rodean y cómo, a través del arte, podemos cuestionarlas y transformarlas.
Una obra valiente, emotiva y absolutamente imprescindible para los amantes de la danza y para quienes creen en el poder transformador del arte.